Hace mucho tiempo, cuando las flores no poseian color alguno, la Diosa del color, Iris, dio a luz a su primer hija, la semidiosa Pigma, quien no tuvo el don de ser Diosa por haber nacido en tierra, cuando Iris paseaba por los bosques. Por esta razón, cuando Pigma cumplio sus 3 años, el Dios Maximus, Dios del universo, obligo a Iris a que dejara que Pigma siguiera creciendo en Tierra hasta que Pigma pudiera demostrar que era digna de ser Diosa. Al ver esto, Iris estaba preocupada porque sabía que en cualquier momento su hija podría olvidar sus origenes y así nunca poder pasar la prueba que se le había impuesto; por esta razón Iris le obsequio a Pigma, el que todas las flores del planeta pudieran tener diferentes colores, y que cuando Pigma observara alguna flor, siempre pudiera recordar el lugar de donde vino. Pero conforme paso el tiempo, Pigma se enamoró de un mortal, y al contraer nupcias con este Maximus enloqueció y la castigo de por vida, quitandole el derecho de poder ser Diosa. Pero a Pigma no le importó mucho y siguió su vida, que ahora ya era mortal, junto con su esposo. Iris, decepcionada, pero a la ves féliz por que sabía que Pigma era féliz, decidió no quitar el color a las flores, si no que las conservó con color para siempre, para que Pigma pudiera recordarla donde quiera que estuviera.